lunes, 18 de junio de 2007

En alguna calle, en algún lugar


La noche estaba muy oscura, a lo lejos se veían las luces de la ciudad.
Debe estar trabajando- dijo Múrrak preocupado.
No te pongas nervioso- le recriminó Zanay- a estas horas solo trabajan las máquinas, Tirastel no tardara en venir.
Era verdad, en aquella ciudad ningún alma trabajaba por las noches, a no ser que las máquinas tuviesen alma.
Perdido en la ciudad, en una calle, demasiado angosta y demasiado vieja como para que la gente de los niveles superiores la recordase, había un hombre. Tirastel estaba parado junto a un viejo cartel que alegaba “Despacio Niños Jugando”. Él no conocía esa palabra “Jugando”. Un poco a la derecha había un muro de ladrillos, material desconocido en aquella ciudad de vidrio, plástico y metal. Cada uno de ellos tenía muchos años y muchas historias que contar. Él estaba perplejo, se sentía como en un túnel del tiempo.
De repente sintió una alarma interior:
Debo encontrarme con Múrrak y Zanay. ¡Demonios!- se dijo y empezó a correr.
Esa noche habían planeado ver las estrellas. Su abuelo le había contado, que cuando él era niño, por las noches solían mirar al cielo, que estaba lleno de puntos luminosos llamados “estrellas”. Hacía meses que tenían todo planeando y habían decidido encontrarse aquella noche,
Al fin se reunieron. Múrrak fue hacia su aerodeslizador y sacó una caja angosta y alargada. En su borde se leía con antiguas letras doradas “Telescopio Astronómico”.
Zanay y Tirastel lo miraron perplejos -¿Qué es eso?- le preguntaron a coro.
- Es un viejo recuerdo de mi bisabuelo- dijo con aires de sabiduría- Era usado hace muchos años para mirar las estrellas-
Los tres trataron de armar el aparato, pero fue en vano. El cielo mostraba un tenue reflejo de la luna, tapado por unas nubes plomizas. La contaminación atmosférica y el smog eran tan altos que no lograron ver ninguna estrella. Estaban muy decepcionados. Todos sus planes habían fracasado.
Tirastel se alejo de sus amigos y se quedo mirando el cielo. De pronto vio un pequeño y brillante punto luminoso. Llamó a los otros para advertirles y en un par de minutos estaban los tres tirados viendo “La Estrella”.
El cielo se despejó misteriosamente y pudieron ver a la luna mostrando todo su esplendor y otras estrellas, otros mundos. No tenían palabras suficientes para expresar la fascinación que sentían.
En unos segundos el cielo volvió a cubrirse y comprendieron que era hora de regresar sus hogares. Pero, por primera vez en sus vidas, realmente satisfechos y completos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola!!!como te lo prometi, aca estoy! segui actualidando tu blog me vale la pena! besitos!