lunes, 16 de septiembre de 2013

Chau Carlitos

La semana pasada falleció mi querido abuelo Carlos, un inmenso filosofo y guia en el trajín de la existencia.

Sentí la necesidad de escribir unas palabras para leerle a la familia, antes de que su cuerpo sea cenizas. Lo comparto aquí:


Pensé que sabía como era la tristeza.
Pero no sabia.
En este ultimo tiempo, empece sin darme cuenta a vivir como vivías: mas despacio, mas en el presente; saboreando el tiempo sin apuro, disfrutando toda la belleza sutil que los hombres pudieron ver en un tiempo. Y es tan bello.
Que suerte tuvimos de tenerte cerca, paisano del medioevo. Nos dejaste las herramientas y la sabiduría para transformarte en leyenda. Nos dejaste el amor por la simpleza, por lo bello, por los culos de rebosantes gorditas porteñas.
Nos querias. Lo demostrabas con formas acordes a tu personalidad. Nunca regalaste un libro. Regalaste invitaciones a leerlos, y cumpliste tu objetivo de despertar miradas y enseñar a ver.
Ahora la digestora del tiempo nos hará recordarte. Nos la dejaste fácil. Basta con repetir tus frases, escuchar tus canciones favoritas. Mirar con ojos atentos, o sentarse en el banquito (del museo de Bellas Artes) a planear un robo romantico e imposible. Como vos.
Vas a ser el héroe de tataranietos curiosos por saber de ese pequeño cúmulo de sabiduría, amor y sensibilidad. Gracias. Por escuchar y por ser. Por dejarnos un  cacho tuyo aun por descubrir.
Ha muerto un gran hombre. Lloro por los irreversible.

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